miércoles, 21 de octubre de 2009

No sirvas a quién sirvió….

Novela por entregas (edición resumida).
Entrega Iª “La carta”




Cómodamente sentado en la penumbra de mí despacho contemplaba el pequeño y amarillento sobre en el que figuraba la inscripción “Para mí querido sobrino Inmundo Dantés XIII, entregar cuando haya muerto”. La distinguida y pulcra letra de mí tío Bernardo era inconfundible.
Ya sólo quedaba yo, ¿sería el último?

Con un breve suspiro apuré la copa de Glenkinchie y un abanico de sabores dulces y cremosos me inundó el paladar. Mí padre, Inmundo Dantés XII, como siempre que daba buena cuenta de una de sus queridas botellas de whisky de malta escocés, me lanzó una mirada llena de reprobación y desprecio, desde su cuadro situado encima de la chimenea. Mí progenitor había consagrado su vida tanto a incrementar la enorme fortuna familiar como a crear una gigantesca colección de whisky de malta que reposaba en la fría oscuridad de nuestra bodega. Y yo, el último Dantés, dedicaba la mía, con la alegre y despreocupada inconsciencia de la juventud, tanto a dilapidar la primera como a beberme la segunda.

Dejé el abrecartas de plata, decorado con el escudo familiar, sobre la escribanía y abrí el sobre. Contenía una foto del tío Bernardo de excursión con un amigo por alguno de los lejanos países donde gustaba pasar el tiempo. Cerré los ojos, estaba sentado sobre las rodillas del hermano pequeño de mí padre, durante una cálida tarde de primavera. Nos encontrábamos en el invernadero, repleto de flores y exóticas plantas traídas a la mansión familiar, por generaciones de Dantés, desde todos los rincones del mundo. El perfume y la cálida humedad del ambiente eran embriagadores. Embobado escuchaba a mí tío desgranar sus aventuras y viajes, era un gran narrador…... solía regresar a la vieja residencia familiar cada dos o tres años y tras unos pocos días volvía sentir la necesidad de emprender un nuevo viaje o “grand tour” como le gustaba decir, pero una triste y otoñal tarde, tras la visita del abogado de la familia D. Horaclio Pagazaurtunduagerricobarrena y mantener una agria discusión con mí padre, desapareció, no regresó jamás. Recuerdo sus últimas palabras.

-Adiós querido Inmundito, el inmundo y despreciable ser que es tú padre Inmundo al fin consiguió lo que quería, ya firmé el maldito poder.

El estallido de uno de los leños que ardía en la chimenea me hizo regresar de golpe de la ensoñación y un extraño presentimiento hizo que analizara con mayor detenimiento la vieja fotografía. Bernardo, en primer plano, aparecía sonriente sentado en un monociclo palanquín, artilugio sin duda útil a la vez que cómodo para desplazarse por la sábana africana. A la deducción de que era algún país africano llegue rápidamente tras observar las palmeras y en especial los arbustos de la familia rhamnus prinoides, que se veían al fondo. En el invernadero teníamos unos iguales en cuyas macetas unas etiquetas indicaban: Congo - Africa. Una alegre y jovial pandilla de hombres de color, negro, empujaba los monociclos palanquines, sus risueños rostros indicaban una procedencia sub-sahariana. Lo que a priori había pensado era un ligero abrigo de entretiempo, muy práctico por cierto para el clima africano, ¡era en realidad una sotana! Esto lo descubrí al comprender que el objeto metálico que pendía de una gruesa cadena de plata, no era la cruz de caballeros de la orden de Santiago a la cual pertenecemos desde el día de nuestro nacimiento todos los Dantés, ¡era un crucifijo! Acaso el tío Bernardo, burgués, ilustrado y agnóstico confeso ¿había profesado votos y entrado en alguna orden misionera? No lo podía creer. La sorpresa hizo que la foto cayera y al recogerla descubrí en su reverso escrito en tinta roja….

“¡Venganza! Busca la verdad”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero ansioso la siguiente entrega, saludos cordiales de un bloggero impenitente.

ED dijo...

Interesante el juego del agridulce.
A veces robas una sonrisa del lector y casi de inmediato lo pones nuevamente en el camino del "¿que está pasando aquí?".
Muy buenos los nombres de los personajes, deja ver, o al menos entrever, algo mas que va mas allá de cualquier descripción.