lunes, 12 de octubre de 2009

Puertochico

Tengo el privilegio y la suerte de vivir en Santander. Uno de mis paseos preferidos transcurre durante el invierno por la dársena de Puertochico. Del antiguo lugar de atraque de la flota pesquera de finales del siglo XIX y principios del XX solo quedan dos rampas de pulidos bloques de piedra cubiertos de verdín. En ellas durante el invierno se pueden ver alguno de los antiguos y cada vez más escasos botes de pesca de bajura. Pequeñas barcas de madera de alta proa y redonda popa pintadas de azul. Ancianos pescadores de piel curtida y mirada limpia, pasan las mañanas bajo el tibio sol invernal, reparando y acicalando con mimo sus pequeñas embarcaciones, preparándolas para la próxima primavera. De vez en cuando levantan sus cabezas y miran hacia el centro de la bahía, a la canal de entrada. Sus glaucos ojos, durante un instante parecen perderse en el infinito, mientras los poemas de Gerardo Diego envuelven la quietud de los pantanales.
Míralas ya: sus bisectrices proas
flotilla de traineras paralelas
no cortan, cabecean. Duermevelas
de caza verdiazul, sardas y anchoas.
Enfrente tus balandros, tus canoas
chorros de oro, aguarrás, plata de estelas

Y oyendo el palpitar de tantas velas,
tus atlánticos sueños abarloas.
Tú, patrón en tu yate de regata,
tú, capitán, grumete de fragata
y la galga escorada que ya vira

por la baliza. Puerto Chico. Barcos
al socaire de piedra de los arcos.
Tu Puerto Chico, tu ventura. ¡Mira!

La conversión del viejo puerto marinero en deportivo llenó la dársena de modernos pantalanes flotantes repletos de barcos deportivos a motor y vela.
Me encantan los veleros, mientras paseo los observo e imagino como será su forma de navegar, sus proas cortando las olas, ciñendo a rabiar mientras su jarcia sufriendo por el esfuerzo vibra y se tensa hasta el límite. Me veo al timón en largas singladuras hacia lejanos y desconocidos puertos. Para mí un barco es sinónimo de días de aventura y libertad.
Sí durante el paseo prestas atención puedes observar como muchos de ellos, bajo el casco, tienen largas pelucas de algas adheridas y mugre de todo tipo. Barcos que no navegan durante meses e incluso, algunos, años. Simplemente representan la obscena necesidad de aparentar de sus dueños. El barco más grande, el coche más moderno, el chalet con más plantas, las vacaciones más caras…….

“Un barco en una dársena, rodeado de muelles, tiene el aspecto de un preso meditando sobre la libertad con la tristeza propia de un espíritu libre en reclusión.”
Joseph Conrad.

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